Contra el coaching

El coaching es esa pseudociencia que dice que si te esfuerzas en el trabajo tu jefe te valorará bien, que si te esfuerzas más lograrás tus sueños y que tú solo, con tu tesón y tu blablablabla puedes alcanzar tus metas. Y un mojón como un piano de cola.

Tu jefe te va a exprimir como si fueras un pomelo y no te dejará de presionar mientras le des zumo para, en el momento que de ahí no salga una gota más, tirarte a la basura y coger otro pomelo. Le dará igual que sea porque eres viejo, porque eres mujer y te ha dado por quedarte embarazada o porque haya otro pomelo que de más zumo que tú sin tener que hacer tanta fuerza para exprimirlo. Se la pela tu esfuerzo si el resultado de ese esfuerzo no le supone beneficios extra por el mismo salario. No seas imbécil; no te esfuerces.

Otro mantra es que “Tus jefes son duros, es lo que hay”. No, amigo, no es lo que hay. ¿Sabes por qué tus jefes son duros? Porque estás SOLO. Si en vez de estar tú solo, rodeado de compañeros de trabajo todos solos, estuviérais organizados y plantárais cara en común tu jefe se haría una caca blandita y olorosa cada cochino día que os viera aparecer en grupo en la puerta de su despacho. No estés solo, no seas más imbécil.

Principios marxistas

Esta semana, en la asamblea del sindicato de ramo en el que ando metido, que realmente incluye a una amalgama de trabajadores de varios sectores productivos tan dispares como la banca, los asuntos sociales y la informática, tuvimos una discusión de altura. Durante el debate sobre un posicionamiento claro en contra del sistema hipotecario español y a favor de las plataformas de afectados, alguien pronunció una frase lapidaria. Ese alguien, con cargo orgánico, trabajador del sector bancario, dijo que no se podían apoyar abiertamente las okupaciones de sucursales bancarias porque los trabajadores se podían sentir molestos y “podríamos perder votos”. Esto denota un problema muy serio. Y es concretamente una profunda desconexión entre lo laboral y lo social.

Supongo que es fruto de dos cosas; una, sin duda, es el sistema de votos y el crecer a toda costa, cueste lo que cueste. Se antepone conseguir llenar una lista sobre que la gente que la integra esté afiliada y se antepone obtener votos sobre conservar los principios que decimos defender. La otra es que los sindicatos de ramo provocan esta falta de conexión con lo social. El afiliado pierde hasta tal punto esa conexión que llega a opinar que el sindicato debe mirar solo por los trabajadores, como si no tuviéramos vida o problemas fuera del trabajo, y llega a defender que el trabajador que se queda en paro “deba irse a oficios varios”. Y todo eso dicho por una persona que tiene cargo orgánico en una federación y un sindicato… y que está liberado. Esto, supongo, me temo, lo explica todo. Porque luego uno se encuentra un comunicado en el que una federación de sindicatos de banca critica las clausulas suelo, pero solo las que afectan a “los empleados”.

Y esto viene a raíz de la última “Podemitada” de Podemos a cuenta de poner una medalla al muñeco de Cádiz; Si estás dispuesto a dejar a un lado tus principios con el fin de obtener a cambio una posición en elecciones sindicales, autonómicas, municipales o generales ¿quién se cree que no vas a renunciar mañana a cualquier otro de tus principios para obtener un puesto en un consejo de administración, un chalet en la costa del Sol o un coche de gama alta?

Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros

Lo llaman “economía colaborativa” pero no lo es

Hace no mucho tiempo estuve trabajando en una “startup”. Una empresa de esas con un dueño que va con pintas a trabajar, que ha orientado su producto a internet, que se define como un “emprendedor” y todas esas mierdas y clichés. En realidad era un explotador como otro cualquiera que quería usar las leyes del bajo medievo en su chiringo, pasando por encima de lo que fuera y de quien fuera.

Uno de sus proyectos, una paja mental como otra cualquiera, era una aplicación para poner en contacto a personas con X necesidad y que se aprovecharan de unos descuentos que la empresa que comercializaba lo que esa gente necesitaba ponía a su disposición para grupos. No sacó un duro de aquello y perdió bastante pasta, pero su idea era clara: hacer una aplicación que luego pudiera “monetizar” o que se la comprara la empresa comercializadora para hacerla suya. Obviamente hablaba de “economía colaborativa” a todas partes a donde iba a “vender” aquella chusta.

¿Qué clase de colaboración existía ahí? Ninguna. Por un lado los clientes con la necesidad X colaboraban entre ellos usando la aplicación, si, pero por otro, y de forma ajena a ellos, la empresa de #yonkiJefe tenía pensado sacar beneficio de ellos. No era una simbiosis, parecía más bien un tipo de parasitismo un poco light.

Este ejemplo, al menos, no era excesivamente hardcore. Prueba de ello es que no triunfó y jamás pudo sacar dinero de aquello. Pero hay cosas que si son auténticos parásitos que se aprovechan de los usuarios y que se van vendiendo por ahí como “economía colaborativa” y no lo son. Hablemos de Uber y Deliveroo.

Uber conduce como puedas

No me voy a poner al lado de los taxistas en este artículo, menos aún de los que son empresarios (que tienen subcontratados los taxis) o los que son fachas tirando a muy nazis (a los que la prensa les está haciendo el juego dándoles un micrófono en el que promocionar su fascismo). Uber es una empresa que pone en contacto a conductores con viajeros. No confundirla con BlaBlaCar. Uber usa a falsos autónomos como chóferes de su “empresa de taxis” que han de poner el móvil, el coche y hasta la licencia, aportando únicamente una aplicación móvil con la que gestiona las carreras. Falsos autónomos porque realmente la empresa no les contrata. Solo les factura. La empresa cobra al viajero y paga al conductor. Esa es la excusa que usa la empresa a nivel legal: “el conductor puede conducir para otros”. Pero eso no es así. El conductor, a la hora de la verdad, no puede estar conduciendo para otros a la vez.

Deliveroo “Ayúdanos a explotarte, chaval”

La página de Deliveroo es chanante. No menciona por ninguna parte un contrato. Habla de los repartidores como “ayudantes”. El modus operandi es exactamente igual que el de Uber. El repartidor pone el móvil, la bicicleta, la ropa y hasta la bolsa conservante del transporte. La empresa solo pone en contacto a los usuarios con los repartidores, asignando carreras de una forma tan limitante y precaria que los repartidores ya se están organizando para denunciarla. Porque como en el caso anterior, los contratos están en fraude de ley.

¿Qué tiene de colaborativo esto? Alguien podrá decir “todo, ¿no ves que colaboran los repartidores/conductores con los clientes?”. Si, bien, ya, pero te olvidas de una variable en la fórmula: el empresario que no contrata a nadie, que monta una plataforma en internet por cuatro perras gordas y que se está haciendo de oro sin arriesgar absolútamente nada. Porque a Uber y Deliveroo les da lo mismo tener 10 “trabajadores” que cubran 100 carreras o 100 que hagan solo una cada uno. Para ellos no les supone diferencia de coste alguno porque facturan por carrera. No es como si les tuvieran contratados con un contrato laboral, donde tendrían que pagarles salario e impuestos. En este caso es un puñetero chollo para las empresas y la ruina para los trabajadores.

Hasta siempre

El sábado hicimos el último viaje juntos, pequeño gatito. Tras 16 años nos tuvimos que despedir porque la única opción que no te suponía más sufrimiento era terminar ya y dormirte. Tú has dejado de sufrir pero nos has dejado un hueco muy grande.

He reescrito, borrado y vuelto a escribir este texto una decena de veces desde ayer. Siento que no hayan sido muchos más años los que hemos pasado juntos, pero me reconforta pensar que has tenido una vida buena. Siempre con un plato de comida esperándote, una toalla con la que secarte cuando llovía y un edredón bajo el que acurrucarte en invierno. A cambio me has dado mucho más de lo que alguien que no ha tenido un gato puede pensar. Has sido más que un compañero de piso. Has sido un buen amigo, un pequeño hijo peludo y simpático al que echaré mucho de menos.

El resto de chicos preguntaron por ti el sábado y también te echan de menos. Está siendo duro tapar tu gatera, tirar la manta vieja en la que dormías estos últimos meses. Te quisiste desapegar. Un día dejaste de dormir en la cama y no supe ver que ya te estabas despidiendo.

No nos volveremos a ver, pero gracias por todo, mi pequeño ácrata.

Si no se puede bailar tampoco es mi revolución

Hace un par de años estuve en una charla en una okupa ya desaparecida. La charla versaba sobre las leyes mordaza y su aplicación poco antes de que entraran en vigor. En ella varias personas contaban sus experiencias y las penas de cárcel a las que se enfrentaban en diferentes causas. Uno por ser un fotoperiodista incómodo para la policía, otro por haberse encaramado a una máquina de obra con la que iban a demoler la vivienda de una familia en la calle Ofelia Nieto de Madrid. Al terminar la charla nos dispusimos a cenar para recaudar dinero para las multas de otros activistas. Con un nudo en el estómago no era sencillo tragar nada, así que pusieron música y la gente empezó a bailar. Recuerdo mirar como bailaban las personas que media hora antes habían estado contando cómo les habían detenido, cómo le acosaba la policía… y ahí estaban, a tope con el ska, dando botes por la sala, con una cara de felicidad que a uno se le pasaba toda la preocupación.

Ayer, domingo 26 de marzo, se cumplían dos años de la aprobación de las leyes mordaza y el colectivo #NoSomosDelito convocó una rueda de prensa en la Plaza de Callao. Ahí estuvieron hablando activistas de la PAH, GreenPeace, DRY, Ecologistas en Acción, SOS Racismo, Yayoflautas y otros. Escuchando la rueda de prensa había gente que se ha enfrentado a multas de 3.000€ por manifestarse en la calle, gente que “está financiando al estado” de tantas multas que le han puesto por ocupar sedes bancarias y obstaculizar desahucios, gente que se ha jugado el tipo colándose en un edificio de 30 plantas para desplegar una pancarta en defensa de la libertad de expresión, gente que se moviliza día si y día también más allá de lo que le permiten las fuerzas y el bolsillo, ancianos a los que ha zarandeado la policía por gritar contra la Espe. Al terminar la rueda de prensa pusieron música y empezamos a bailar. Todos los que estábamos ahí llevábamos la boca amordazada y empezamos a bailar frente a la policía. La gente se paraba a preguntarnos, los turistas se unían al baile y se marcaban pasos con los activistas. A fin de cuentas, después de casi cuatro años de movilización y decenas de manifestaciones unitarias cortando la Gran Vía u ocupando espacios sin comunicar en Sol, Preciados u Ópera, convocando ruedas de prensa frente al Congreso sabedores de que íban a ser multados como así pasó, aquella era la mejor forma de visibilizar que las leyes represivas no nos van a quitar la alegría.

Hoy me he cruzado con varios comentarios ya clásicos. Que si “uy, el gobierno estará temblando por ese baile” que si “menos batucada y más barricada” y otros comentarios igual de profundos y que han analizado los orígenes de la movilización y la trayectoria del colectivo concienzudamente en base a un titular de prensa.

Efectivamente criticar es grátis, pero estoy deseando cruzarme con alguno de estos popes de “así no se hacen las manifestaciones” en una manifestación, en un piquete de una huelga o en una okupación. Que si, que menos batucada, pero no les he visto apilando cascotes para hacer una barricada en la calle de Alcalá.

Ludismo 2.0

Los que trabajamos en la informática solemos ser conscientes de que el fruto de mucho de nuestro trabajo conlleva una automatización de procesos industriales que tiene unas consecuencias indirectas, o no tan indirectas, que no desearíamos. La mejora de un proceso de gestión informática de una línea aérea, por ejemplo, supone que no sea necesaria una gran cantidad de trabajadores que se encargaban de programar vuelos en función de la oferta y demanda. Las aplicaciones web y móviles bancarias pueden cubrir la necesidad de teleoperadores u oficinas a pie de calle. Desarrollar estos sistemas requiere tiempo y esfuerzo humano; lo mismo que su mantenimiento y mejora, lo que supone que en algunos casos los puestos que desaparecen por un lado de la cadena han aparecido por la otra, pero sin duda esta cantidad de puestos que crea el sector informático no es comparable al número de puestos que destruye el fruto de la informatización. Sin embargo hace pensar en un punto clave que lleva defendiendo el anarcosindicalismo desde mucho antes de que Dennis Ritchie aprendiera a aporrear un teclado:

La automatización y mecanización de los sistemas de producción tienen que tener como finalidad la mejora de las condiciones de vida de las personas trabajadoras y no han de servir como herramienta para la acumulación de capitales por parte de la burguesía y la precarización de las condiciones laborales.

Dicho en lenguaje de nuestros antiguos:

Trabajar menos para que trabajemos todas.

Pero no significa esto que defienda que trabajemos menos para cobrar también menos, sino todo lo contrario. Si has leído “Elogio de la ociosidad” de Bertrand Russell lo siguiente que vas a leer no te va a sonar a “gran descubrimiento”. Esto es, más o menos y trasladado a esta época, lo que escribió Russell a principio de los años 30. Russell ponía como ejemplo la fabricación de alfileres, pero hablemos por ejemplo de la gestión de servicios aéreos, aunque se puede aplicar a casi todo.

La mecanización y la informatización de los medios productivos están provocando, como efecto colateral, la desaparición de puestos de trabajo. Antes cuatro operarios podían gestionar un número determinado de vuelos en una jornada de ocho horas de trabajo cada uno. Ahora, con el software adecuado, ese trabajo lo puede hacer uno, aunque concretamente ese uno no va a gestionar los vuelos sino que va a controlar que el sistema informático siga en pie haciendo su labor. Esto significa que el trabajo de cuatro, que suponía cuatro sueldos al empresario, ahora lo hace uno solo a cambio de un pequeño desembolso por parte del patrón para montar el sistema informático. Pequeño si tenemos en cuenta que el software va a aguantar mucho tiempo funcionando y no va a pedir vacaciones ni reclamar sus derechos laborales haciendo una semana de huelga. Esto, obviamente, es injusto. Es injusto porque el empresario tiene ahora, añadido a su beneficio anterior, el ahorro que está haciendo de tres sueldos.

En lugar de esto debemos defender que esa desaparición de puestos de trabajo es injusta y no es causada por la informatización, sino por la avaricia desmedida del capitalista. En vez del escenario anteriormente debemos abogar por otro muy distinto: los cuatro operarios podrían trabajar una cuarta parte de su jornada (2,5 horas) pero con el salario de 8 horas para mantener el software informático funcionando sin que el empresario viera reducirse su margen de beneficios sacando, al final de la jornada, la misma cantidad de trabajo, o seguramente bastante más, que antes de la informatización del sistema.

Debemos defender, en fin, que la informatización de la sociedad, la mejora de los sistemas de comunicación y de los sistemas productivos tiene que ir encaminada hacia una drástica reducción de la jornada laboral sin pérdida del poder adquisitivo. Debemos luchar por la mejora de las condiciones laborales de todas, trabajen o no en la informática, porque el fruto de nuestro trabajo debe ir encaminado a mejorar la vida de todas, no a llenar los bolsillos de unos pocos.

Abajo el trabajo.

Esa página de recoger firmas que no sirve para [casi] nada

Voy a coger prestado un twitt de @CripticaOrg para intentar explicar, para profanos como yo, lo que supone usar una web de firmas tipo change.org*. Antes de nada, el twitt en cuestión:

Estas webs funcionan de la siguiente manera: una persona coge y registra una “causa” de protesta: Una especie de noticia en la que indica un número de firmas estimadas según la cual, supuestamente, esa causa será escuchada por el organismo, persona, colectivo, becerro de Oro que se supone que tiene capacidad de ponerle remedio/solución/pasar olímpicamente de ella. Después de esto la gente comparte el enlace y firma poniendo su correo electrónico, su número de teléfono y ya.

El resultado a primera vista es que el número de firmas crece y que nos acercamos un poco más, lenta pero inexorablemente, a ese límite que hará que se ponga remedio a esa cosa que tanto nos perturba. La realidad es que no solo no se va a solucionar esa causa sino que alguien va a usar los datos que hemos dado para hacer negocio o cosas más oscuras.

¿Cómo que para hacer negocio? ¡¡Pero qué mal pensado eres!! ¿Cómo van a hacer negocio con mi correo electrónico?

De una forma sencilla. Tú, como usuario de timo.org**, al dar tu correo electrónico, estás creando un índice en torno al cual vas a ir añadiendo información. Vas a decir al creador de timo.org qué cosas te inquietan a base de ir firmando diferentes causas. Seguramente, con el paso de unos meses, sabrá que te preocupa el bienestar animal, que estás en contra de la guerra en Siria, que quieres que se deje paso libre a los refugiados y que te quitan el sueño las políticas raciales del reino de Zamunda. En timo.org sabrán que compartes inquietudes con un buen montón de gente que ha firmado algunas de las campañas que has firmado tú. Sabrá seguramente, porque se lo has dicho a través de esas firmas y de los metadatos que se guardan con cada conexión a su web, en qué localidad vives (más o menos) o trabajas. Sabrá que sistema operativo usas en el ordenador, tablet y móvil, qué navegador usas (cuidado, puede saber que usas Internet Explorer 9!!!!) y, cruzando esos datos con otros obtenidos en otras webs que hacen otro tipo de campañas, seguramente ya sepan tu edad, sexo y profesión. Obviamente todos estos datos les sirven para cosas, como por ejemplo vender tu correo electrónico junto con otros miles a una empresa de marketing interesada en hacer una campaña de publicidad de un nuevo producto para mascotas. Recuerda que saben que te importan los animales. Esa empresa va a ganar dinero a cambio de la información que le has dado. Con tu información, no ganará mucho, pero con la tuya y la de los otros cientos de miles que usan su plataforma, si.

Pero eso es ilegal!!!

Bueno, en el paraíso fiscal de Delaware, EEUU, no es ilegal. Y de hecho ni siquiera tiene que tributar por el beneficio que saca con la venta de tus datos.

Ya, bueno, pero no tengo nada que ocultar

Eso porque tú lo digas. A través de tus firmas, o de tus twitts, o de lo que cuelgas al muro de facebook, estás, estamos, dando una valiosísima información de relaciones sociales a empresas privadas. Cruzando toda esa información, aunque no publiques twitts con chistes sobre dictadores y su forma de morir, una empresa puede saber a qué manifestación has ido, con quien hablas por mensaje directo (igual el contenido no, aunque es probable que también), con qué colectivos sientes más afinidad y con cuales menos… es decir, estamos dejando en manos de empresas privadas (y gobiernos) una extensísima información sobre nuestras filias y fobias sociales, consciente o inconscientemente. Si es lo primero, como es mi caso, te/nos lo deberíamos mirar. Si es el segundo, espero que ahora abras un poco los ojos.

Ya, eh, si, pero… ¿y qué hago? ¿Me doy de baja del facebook?

Es un principio, aunque también tendrías que dar de baja la línea del teléfono móvil, poner de cara a la pared esa smartTV de 45″ del salón y cambiar de coche por uno de esos que dentro de pocos años solo vas a poder conducir por Mongolia central.

Igual un primer paso es dejar de usar timo.org. Otro es pasarte a redes sociales libres, aunque las tengas conectadas con las comerciales, para saciar el mono… y luego, hasta donde quieras llegar. Aquí tienes la información; úsala como quieras.

Y recuerda:

Cuando un servicio es gratuito es porque tú eres el producto.

* Como habrás visto no he enlazado siquiera en la web, porque paso hasta de darle tráfico.
** Vamos a darle un nombre más acorde a la realidad que change…