El sábado hicimos el último viaje juntos, pequeño gatito. Tras 16 años nos tuvimos que despedir porque la única opción que no te suponía más sufrimiento era terminar ya y dormirte. Tú has dejado de sufrir pero nos has dejado un hueco muy grande.
He reescrito, borrado y vuelto a escribir este texto una decena de veces desde ayer. Siento que no hayan sido muchos más años los que hemos pasado juntos, pero me reconforta pensar que has tenido una vida buena. Siempre con un plato de comida esperándote, una toalla con la que secarte cuando llovía y un edredón bajo el que acurrucarte en invierno. A cambio me has dado mucho más de lo que alguien que no ha tenido un gato puede pensar. Has sido más que un compañero de piso. Has sido un buen amigo, un pequeño hijo peludo y simpático al que echaré mucho de menos.
El resto de chicos preguntaron por ti el sábado y también te echan de menos. Está siendo duro tapar tu gatera, tirar la manta vieja en la que dormías estos últimos meses. Te quisiste desapegar. Un día dejaste de dormir en la cama y no supe ver que ya te estabas despidiendo.
No nos volveremos a ver, pero gracias por todo, mi pequeño ácrata.