El otro día leí un twitt de los que caen como un jarro de agua fria. Una persona se lamentaba por su situación laboral: un curro mal pagado, en el que le forzaban a hacer horas no remuneradas, donde no se respetaban los descansos entre jornadas, ni los descansos semanales… ni casi nada. Lo que nos estaba contando en un hilo de mensajes era un caso de explotación claro, de los de libro. Entré a leer las respuestas y fue un segundo jarrazo, este con jarra incluida; 70 menciones de “jo, que mal”, “animo”, “es que la cosa está fatal”, “jo, como se aprovechan” etc. Solo vi un mensaje, de alguien a quien sigo, que se ofrecía a hacer algo: presentar una denuncia, dar consejos legales…algo. En ese panorama yo también me ofrecí. No sería complicado montar una concentración en la puerta, un reparto entre los clientes…..algo. No hubo respuesta, supongo que por el aluvión de interacciones.
Esas respuestas me hicieron recordad lo que he leido sobre indefensión aprendida, sobre como la generalización de una mala situación nos hace aceptar como “normal” las injusticias más indignantes. Tal vez por el exceso de información negativa con la que somos bombardeados constantemente. Y me hizo pensar ¿qué estamos haciendo? ¿qué respuesta damos ante la injusticia? ¿sólo unas palabras de aliento?¿pero eso es porque no podemos ofrecer más o porqur asumimos que como todo está muy mal un poco más de desazón no se va a notar?
Aquí me acordé del manual del Grupo de Solidaridad de Seattle donde ante esta problemática se organizaron y plantaton cara. El objetivo era lograr pequeñas victorias en pequeñas luchas, difundirlas y lograr que más gente se sumara.
Esta situación no es tan extraña como nos pueda parecer y las soluciones posibles no son utópicas ni requieren un esfuerzo fuera de lo común. Puede parecer que hemos perdido toda capacidad de movilizarnos en la defensa de los derechos laborales de otras personas. Hay que reconocer que el mercado laboral ha cambiado para hacer esta tarea mucho más complicada. Las grandes factorías con una plantilla de cuatro o cinco mil personas hace mucho que no existen o están en extinción. La subcontratación y las empresas pequeñas, franquicias de ropa o restaurantes de comida para llevar han ganado terreno a las fábricas. Y más ahora con los trabajadores falsos autónomos sobre los que se apoyan las empresas “guays” como Amazon, Deliveroo, Uber, etc bajo la fachada del “trabajo colaborativo”.
Sí, el mercado laboral ha cambiado. Sí, la realidad laboral ha cambiado. O nos adaptamos, o respondemos a las llamadas de auxilio como la de esta persona ofreciendo ayuda real, o estaremos muy muy jodidos y seguiremos bajando en esta larga y empinada pendiente que es la pérdida de derechos laborales