Hace no mucho tiempo estuve trabajando en una “startup”. Una empresa de esas con un dueño que va con pintas a trabajar, que ha orientado su producto a internet, que se define como un “emprendedor” y todas esas mierdas y clichés. En realidad era un explotador como otro cualquiera que quería usar las leyes del bajo medievo en su chiringo, pasando por encima de lo que fuera y de quien fuera.
Uno de sus proyectos, una paja mental como otra cualquiera, era una aplicación para poner en contacto a personas con X necesidad y que se aprovecharan de unos descuentos que la empresa que comercializaba lo que esa gente necesitaba ponía a su disposición para grupos. No sacó un duro de aquello y perdió bastante pasta, pero su idea era clara: hacer una aplicación que luego pudiera “monetizar” o que se la comprara la empresa comercializadora para hacerla suya. Obviamente hablaba de “economía colaborativa” a todas partes a donde iba a “vender” aquella chusta.
¿Qué clase de colaboración existía ahí? Ninguna. Por un lado los clientes con la necesidad X colaboraban entre ellos usando la aplicación, si, pero por otro, y de forma ajena a ellos, la empresa de #yonkiJefe tenía pensado sacar beneficio de ellos. No era una simbiosis, parecía más bien un tipo de parasitismo un poco light.
Este ejemplo, al menos, no era excesivamente hardcore. Prueba de ello es que no triunfó y jamás pudo sacar dinero de aquello. Pero hay cosas que si son auténticos parásitos que se aprovechan de los usuarios y que se van vendiendo por ahí como “economía colaborativa” y no lo son. Hablemos de Uber y Deliveroo.
Uber conduce como puedas
No me voy a poner al lado de los taxistas en este artículo, menos aún de los que son empresarios (que tienen subcontratados los taxis) o los que son fachas tirando a muy nazis (a los que la prensa les está haciendo el juego dándoles un micrófono en el que promocionar su fascismo). Uber es una empresa que pone en contacto a conductores con viajeros. No confundirla con BlaBlaCar. Uber usa a falsos autónomos como chóferes de su “empresa de taxis” que han de poner el móvil, el coche y hasta la licencia, aportando únicamente una aplicación móvil con la que gestiona las carreras. Falsos autónomos porque realmente la empresa no les contrata. Solo les factura. La empresa cobra al viajero y paga al conductor. Esa es la excusa que usa la empresa a nivel legal: “el conductor puede conducir para otros”. Pero eso no es así. El conductor, a la hora de la verdad, no puede estar conduciendo para otros a la vez.
Deliveroo “Ayúdanos a explotarte, chaval”
La página de Deliveroo es chanante. No menciona por ninguna parte un contrato. Habla de los repartidores como “ayudantes”. El modus operandi es exactamente igual que el de Uber. El repartidor pone el móvil, la bicicleta, la ropa y hasta la bolsa conservante del transporte. La empresa solo pone en contacto a los usuarios con los repartidores, asignando carreras de una forma tan limitante y precaria que los repartidores ya se están organizando para denunciarla. Porque como en el caso anterior, los contratos están en fraude de ley.
¿Qué tiene de colaborativo esto? Alguien podrá decir “todo, ¿no ves que colaboran los repartidores/conductores con los clientes?”. Si, bien, ya, pero te olvidas de una variable en la fórmula: el empresario que no contrata a nadie, que monta una plataforma en internet por cuatro perras gordas y que se está haciendo de oro sin arriesgar absolútamente nada. Porque a Uber y Deliveroo les da lo mismo tener 10 “trabajadores” que cubran 100 carreras o 100 que hagan solo una cada uno. Para ellos no les supone diferencia de coste alguno porque facturan por carrera. No es como si les tuvieran contratados con un contrato laboral, donde tendrían que pagarles salario e impuestos. En este caso es un puñetero chollo para las empresas y la ruina para los trabajadores.