La ciencia es maravillosa. Si es cierto que igual es un principio de un artículo bastante pedante y donde ya desde el principio dejo clara mi postura, pero no tengo mejor descripción de lo que es, para mi, la ciencia. Partamos de la base de que no soy científico, no hice carrera alguna ni master ni nada de eso, que soy de “la FP”. Pero me ha encantado la ciencia. Primero porque lo explica todo. Segundo porque es colaborativa. Si cogemos cualquier rama de la ciencia y vamos tirando hacia atrás, nombre tras nombre, hasta el origen de esa rama, veremos que hay cientos o miles de personas que han aportado su granito de arena usando como base los granitos de los que le han precedido. La ciencia además es maravillosa porque, cuando se equivoca, no duda en ser corregida, o revisada, o mejorada. Y sobre todo porque en la ciencia no hay verdades absolutas hasta que se demuestra que lo son. Y siempre podrá llegar alguien que le encuentre un pero y la mejore, revise, corrija.
La ciencia es una parte del conocimiento. Y el conocimiento, saber cosas, es lo que nos hace libres. Y cuantas más cosas sepamos, más libres. Por eso, porque el conocimiento científico nos ha permitido librarnos de lastres de la humanidad como han sido la religión, o el pensamiento mágico, me llena de profunda tristeza ver que hay gente que rechaza la ciencia de una patada y abraza el mensaje de charlatanes, farsantes, timadores, estafadores. Y cuando eso se hace desde la izquierda, me parece tan inverosimil.
Se supone que el pensamiento progresista busca la emancipación de las personas a través del conocimiento y la libertad. Si es así ¿cómo se puede ser de izquierdas y creerse mentiras como los chemtrails, la homeopatía, el reiki y todas esas religiones para incautos? ¿Por qué gente de izquierda, que se supone que tienen, tenemos, un sentido crítico más trabajado y un pensamiento más abierto al cambio y al intercambio de ideas puede abrazar el discurso de un estafador como Pamiés? Y no solo abrazarlo, sino creérselo hasta el mismo tuétano y difundirlo como si fuera verdad, sin valorar el daño que puede estar haciendo el discurso de un anti-vacunas que asegura que cura el cáncer con florecitas?
¿Donde está el pensamiento crítico? ¿Donde está el interés por saber, por buscar la realización personal a través del conocimiento? ¿Donde quedó el romper con las cadenas de la explotación en forma de analfabetismo al que las clases dirigentes condenaron a millones de trabajadoras y trabajadores durante generaciones?