Mi abuelo fué fusilado en la guerra civil. Era civil y no participó activamente en la guerra, aunque si formó parte de una organización política. Está enterrado en un cementerio, tiene una lápida con su nombre y ha contado, desde poco después de sser fusilado, con la memoria. Él formó parte de los que provocaron y ganaron el golpe de estado, por eso no está enterrado en una cuneta o en una fosa común. Por eso sus familiares podemos ir a una lápida con su nombre a dejar flores.
Hoy he estado encima de siete fosas comunes. En San Lorenzo de El Escorial, como en muchos otros sitios de España, tras la guerra, fueron represaliadas cientos de personas y fueron enterradas en fosas comunes a la entrada de los cementerios; donde la gente pusidera pisar sus restos, como última forma de represión y de desprecio. No solo fueron fusilados por sus ideas políticas y enterrados en una fosa sin nombre, es que además la fosa la colocaron en un sitio tal que todos los vecinos pudieran y tuvieran que pisarles. No era una guerra, era un genocidio.
Fue un genocidio porque en la zona de la sierra oeste de la sierra del Guadarrama fueron fusiladas, enviadas a campos de concentración nazis o murieron en prisión más de 150 personas de una población estimada de 20.000 habitantes. Es decir, casi 1 de cada cien. Los números por municipios además demuestran lo institucionalizado y metódico del genocidio. En municipios con poblaciones similares hubo el mismo número de fusilados. Estos fusilamientos eran, pues, cupos. Si en un pueblo había que matar a 10, se cogían 10 personas señaladas por la iglesia, falange, o los terratenientes y se les paseaba. Era un genocidio, la guerra ya había terminado y se había impuesto un estado autoritario y represor.